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Tiermes

El jinete

El jinete

Ya habíamos cenado cuando llegó el jinete. El sol destellaba en paralelo al suelo, justo desde donde él llegaba, así que no lo vimos hasta que estuvo encima nuestro envuelto en un resplandor muy cinematográfico. Montaba su caballo con la correa y un urga entre las manos*. Se llegó a nosotros saludando ceremonialmente y se sentó en nuestro círculo entablando una conversación con Puyek. Era fácil distinguir el grado de respeto que infundía cada persona con sólo observar la voz y los gestos de nuestro conductor. Aunque Setumbal se hubiera acercado para vendernos airag** no era tratado como un pelagatos. Le ofrecimos tabaco, nos presentamos con nuestras tres tristes palabras mongolas y dejó de obviarnos como si de repente se hubiera dado cuenta de que no éramos de piedra, o monos, sino seres inteligentes. Empezó entonces el protocolo de hacerse entender y de buscar palabras en nuestro diccionario. Puyek disfrutaba en su papel de traductor mongol-rápido / mongol-lento salpicado de alguna palabra en español que él también iba aprendiendo. Resultó que Setumbal tenía 65 años (la esperanza de vida en Mongolia raya esa cifra), 6 hijos, un centenar de caballos, ochenta yaks, 126 ovejas y 48 cabras. Los gers que habíamos visto escampados por el río eran de su familia, los rebaños los suyos, y los pastores que los cuidaban, sus hijos. Setumbal había formado parte del ejército ruso cuando los dos países eran aliados. El vodka fue lo que le abrió la boca y empezó a deleitarnos con canciones épicas. De su andadura castrense conservaba unos prismáticos tuertos que llevaba en el zurrón y unas medallas que nos enseñaría a la mañana siguiente. Nos dijo que no tuviéramos miedo a los lobos, que él rezaba cada día a los espíritus de los ovoos: el viento, la montaña, el río, y que estaríamos protegidos. Al día siguiente nos daría la bendición para el viaje. Pero cuando estaba a punto de irse y guardó los prismáticos, vio algo en el fondo del zurrón que le hizo detenerse. Sacó una tela cerrada con un nudo, lo deshizo y dejó caer cuatro huesos de cordero.

* palo largo con un lazo con el que cogen los caballos. Urga, territorio del amor.
** leche fermentada, la bebida alcohólica tradicional de Mongolia.

1 comentario

Joanna -

Tuvo que ser un viaje increible