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Tiermes

El boquerón - II

El boquerón - II

En una ocasión en la que paseaba con mi familia por las ruinas, nos detuvimos a observar una de las claraboyas que ventilaba el boquerón. En las incursiones con los amigos por el interior del túnel jamás habíamos llegado tan lejos. Ni siquiera habíamos visto la luz de las claraboyas porque el primer tramo doblaba a los pocos metros y dejaba oculto el leve resplandor que le venía de la superficie. Había un intervalo de metros en los que perdíamos de vista la luz de la entrada sin llegar a percibir la de la primera claraboya. A esa altura las cerillas se apagaban por la corriente de aire, el piso se volvía fangoso, el techo se hacía más bajo y las paredes se estrechaban más todavía llegándonos a convencer de que la mejor idea era dar la vuelta.
Mientras mirábamos hacia abajo y los mayores hacían su propia interpretación de los restos y de la vida de los habitantes de Tiermes, se le cayeron a una tía mía las gafas, con la mala suerte de que cayeron al fondo del pozo. Por aquel entonces las medidas de protección del yacimiento, tanto para evitar vandalismo, como para proteger de posibles accidentes a los visitantes, eran nulas. Las claraboyas se abrían como pozos sin tapar ni señalizar, por lo que caminar de noche por aquel paraje era una versión rupestre de la ruleta rusa.

6 comentarios

Oscar -

Juanma, me alegro de que mi blog te haya interesado. A decir verdad lo tengo cerrado, pero no lo quiero descolgar de la red porque de tanto en tanto encuentro comentarios como el tuyo que me alegran el día.
Sí, es una lástima lo de las "marcas" actuales. Lo mejor es cuando se llega a la oscuridad total del túnel y así no las llegamos a ver. Sólo se percibe la corriente de aire y podemos imaginarnos en el túnel del tiempo.
Un saludo,

Óscar

Bilbokoa naiz -

Impresionante. Empecé a caminar por el acueducto pero como bién apuntas, al de pocos metros cambia de dirección y la oscuridad y corrientes de aire lo envuelve todo.
Además del cartel indicador de "prohibido salir en el otro extremo", letrero que invita a investigar.
Estuve sólo, completamente.
Me jodió ver señales zactuales en la roca, como se puede hacer eso ahí. Y tambien era desagradable ver las estructuras actuales de metal y piedra junto a los muros de la antigua ciudad.
Me ha encantado dar con tu blog.
Saludos.

Joanna -

Nosotros teníamos un truquillo para no matarnos en el acueducto, con la mano izquierda tocabamos la pared para intuir los cambios de dirección y la mano derecha en el techo para ver como baja y sube sin perder la cabeza, así aunque no exista luz alguna no hay peligro de chichones.
Joooo esto de hablar de Tiermes, me trae tantos recuerdos...ojala pudiera volver a excavar allí-

Diario de un burgense -

Jejeje, eran tiempos en los que nuestras hormonas de adolecentes tenian mas peso que los escalofrios de la oscuridad y el viento a traves del viaducto o boqueron de Tiermes...

Un saludo desde Diario de un burgense.

El de Berlanga -

Cuando el patrimonio estaba a la intemperie y no cobraban entrada para explorarlo, todos tuvimos algo que ver con boqueras y andar a tientas. Ahora todo es más predecible y civilizado. En el fondo creo que aquellas exploraciones infantiles por pasadizos oscurros eran intentos por comprender el mundo de los adultos.
Salud, amigo

el de tiermes -

gracias por la historia de Fausta, Joanna. más allá de la baja temperatura ahora entiendo los escalofríos que sentíamos en nuestras incursiones al boquerón, aunque veo que no todo el mundo le afectaba de igual manera, eh, pillín del Burgo... ;-)
en la foto (tomada de una guía arqueológica de tiermes) se ven los escalones en la pared de la claraboya, o registro, como tú muy bien apuntas.
saludos