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Tiermes

La ilusión, supongo

La ilusión, supongo

Noche Buena, la Misa del Gallo y los villancicos en casa, al amor de la lumbre, que fuera hacía frío y el especial de Navidad lo daban las llamas. ¿Nochevieja? Cuando te acostabas sabías que era el último día del año, y al alba, el primero. Uvas y campanadas nunca hubo en el pueblo. La Ribera del Duero está cerca, a 25 kilómetros está San Esteban con la Denominación de Origen que llega hasta Aranda y Peñafiel, pero en Tiermes no hubo más campanas que las de Misa, y uvas, las prensadas en el vino de las botas. “Y en Reyes, ¿había cabalgata la víspera y regalos a la mañana?” Aquí mis padres casi se tronchan de risa. El abuelo se disfrazó una vez, me dice mi madre, vete tú a saber con qué, se cubriría la cabeza con un gorro de paja, porque muchos trajes no había por casa. Lo fuimos a buscar a la fuente. No sé qué traería, la ilusión, supongo. Gaspar, Melchor y Baltasar, los tres en uno, una versión reducida de los Reyes antes de que llegara el gordinflón ese que cuelgan de los balcones. Los juguetes los hacíamos nosotros. Con una caja de cartón y una cuerda llegaron los primeros autos a la aldea. Las muñecas eran del trapo que les sobraba a las mujeres en sus labores. Había dulces, sí, una especie de turrón que llamábamos guirlache, muy oscuro por la miel y repleto de frutos secos. También nos daban alguna moneda. Podíamos tenerla todo el día, y a la noche la devolvíamos a los padres, como la figurita del roscón, que si te toca eres el rey por un día.

3 comentarios

Diario de un burgense -

Cuenta mi madre que de pequeñita se llevo un gran chasco y una gran desilusion cuando al dejar una zapatilla la noche de Reyes, encontro que a la mañana siguiente seguia igual de vacia, y es que en aquellos tiempos en Soria se vivia en la mas absoluta de las miserias y penalidades.

Gracias a Dios, parece que esto ha cambiado y vivimos en una sociedad mucho mas consumista y capitalista.

Diario de un burgense

el de tiermes -

sí, tanta ciencia ficción como si les hubieran contado a ellos las cosas que para nosotros son cotidianas.

KOBORRON -

¡Cuanto cambia la vida en los periodos de abundancia!, hasta el punto de que lo que nos cuentan los viejos nos parece ciencia-ficción