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Tiermes

Ramas y raíces - VII

Ramas y raíces - VII

Tengo una foto donde se abrazan cinco generaciones de mujeres de mi familia. Mi bisabuela Vicenta, mi abuela Justa, mi tía Mercedes, mi prima Mari, y mi prima segunda, Mercè. En la foto Mercè sale con un lacito en brazos de su madre, ahora ya ha acabado la carrera de derecho. Mi abuela Vicenta debía de tener por aquel entonces cerca de cien años. Digo cerca porque la fecha de la foto es imprecisa, casi tanto como la edad de mi bisabuela.
Hace 130 años, cuando nació ella, los pueblos de la comarca de Tiermes no debían de diferenciarse tanto de los del País Basari. Sin suministros de agua corriente ni luz, la única energía que movía el mundo era la de los sacrificados brazos en el campo y la del fuego en el hogar. El ritmo diario lo dictaban los astros a fuerza de amanecer y esconderse un día tras otro, arrastrando con su tesón el ciclo de las estaciones y de las cosechas. El cura del pueblo anotaría en su libro de registro el nombre y filiación de mi abuela Vicenta con la misma devoción que el griot local de los basari añadiría una muesca más en sus canciones, tesoro donde se guardan celosamente la memoria de todo un pueblo. Tiermes no fue ajeno al expolio que sufrieron iglesias y ayuntamientos de todo el país durante la maldita guerra, por lo que se han perdido entre otras cosas las partidas de nacimiento de generaciones enteras cortando de un dramático tajo el árbol genealógico de las venideras. Cuando pregunto a mis mayores sobre la ascendencia de mis abuelos la historia se acaba en Rebollosa de los Escuderos, entonces un pueblo lejano, hoy un despoblado en ruinas a tan solo 14 kilómetros de Montejo. Es como si al griot le hubiera sorprendido un Alzheimer prematuro antes de transmitir su legado.

3 comentarios

el de tiermes -

el testimonio de esos abueletes nos alumbra más que el oro. son pajaros cantores en ese árbol que hay que saber cuidar.

lima -

En las guerras se fomenta lo de morir por unas ideas. Eso lo hace cualquiera. Lo dificil es vivir por ellas y dejar que el arbol crezca sin podas a destiempo

juancar347 -

Lástima que siempre la estupidez humana nos impida avanzar, incluso enriqueciéndonos con la historia de nuestro pasado. Aunque menos cada día, al menos aún quedan abueletes cuyo testimonio vale su peso en oro...