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Misere mei - VII

Misere mei - VII

Isabel, la comadrona de Nuria, no se limitaba sólo a los aspectos técnicos y los factores de riesgo mediante el parto hospitalizado, también hablaba del apoyo emocional, del sentimiento de guarida, del derecho a decidir, tanto la postura, como las personas que habían de estar alrededor, por no hablar del legado ancestral, de toda la ciencia natural y el sentido común que se había defenestrado con la imposición de la cultura tecnócrata.
Era en el apoyo emocional donde nos encontrábamos nosotros, una veintena de amigos un tanto atolondrados y confusos, absorbiendo a marchas forzadas una información nueva y comprometida, porque la barriga de Núria crecía, y el día en que Duna decidiera salir, todos tendríamos un cometido.
La barriga crecía tanto que Albert, el futuro tío, vio un día ese vientre hinchado y le dijo a su hermana: parece una duna. Lo bueno es que Núria ya había decidido llamarla así, y nadie lo sabía todavía. Hubo reuniones periódicas. Hicimos una lista de teléfonos y cada uno sabía perfectamente a quién tenía que llamar y qué hacer si no encontraba al siguiente de la lista. Núria vivía en Sant Celoni, así que desde la primera llamada tardaríamos aún una hora en llegar desde Barcelona, teniendo en cuenta, además, que el trabajo no lo impidiera. Pero Duna sabía que su nacimiento era una celebración, así que llamó a la puerta durante un fin de semana. Uno a uno, cada cual por sus propios medios, nos personamos en la casa. Isabel llevaba viviendo con ella desde hacía ya unos días. Todo estaba preparado: una piscina hinchable en medio del comedor, la chimenea encendida, toallas limpias, agua en el fuego… No recuerdo cuántas horas estuvimos. Fueron muchas, pero no recuerdo que se nos hicieran largas. Había niños, así que también había que estar pendientes de ellos, de hecho, en el reparto de responsabilidades a mí me tocó cuidar de la guardería. A última hora Núria, que había pensado parir en la piscina, subió las escaleras y se cobijó en su habitación, como una loba que busca protección. Mi tarea fue sencilla, los chavales estuvieron encantados con el cambio de última hora y se metieron ellos en el agua. En el momento de la verdad me dio tiempo de subir corriendo las escaleras y ver a Duna saludando al mundo. Ni un llanto, todo paz y un escalofrío que nos recorrió la espalda como si la aurora boreal se hubiera iluminado dentro nuestro.

Recuerdo que en la casa no se podía fumar, y nadie había traído cava para celebrarlo, pero salimos al patio y alguien lió un cigarro de marihuana que descorchamos entre todos para celebrar la llegada de Duna. Los hombres nos miramos felices pero con un punto de desilusión: qué envidia ser mujer, nos íbamos diciendo.

5 comentarios

óscar -

sí que debe de ser delicado, sí, irene y yo ya llevamos una lista de nombres que si los tuviéramos todos seríamos familia numerosa!!!
gracias a todos por el seguimiento. os dejo con la última parte del artículo.
un abrazo!

Joanna -

jejej, será cosas de chicas, pero yo desde hace mucho que sé como me gustaría que se llamara mi futura hija....pero vete tú a saber jej.

juancar347 -

Mi soltería sin remedio no me permite comentar algo tan personal. Pero leo con atención y aprendo. Un saludo a todos

JK -

si, si, qué cosquilleo se debe sentir cuando sabes que llevas una vida dentro de ti. En cuanto al nombre me parece bellísimo: Duna. Hay un conflicto en lo de poner el nombre...
Tengo unos compañeros de trabajo que son pareja: Sergio y Laura. ¿A que no adivinais como se llaman sus hijos?
pues Sergio y Laura

Joanna -

que momento tan especial, es genial...un saludo.