Ramas y raíces - y IX
En la novela "Mentira" de Enrique de Hériz, la antropóloga protagonista es una especialista en cuanto a los rituales referidos a la muerte. Según ella, para las tribus nómadas la muerte no conlleva ningún problema, forma parte, no ya de la vida como reverso, sino de la existencia como algo cotidiano. Los cazadores viven de la muerte a través de la caza, y abandonan a sus muertos sin ritos ni lágrimas. El movimiento genera una eternidad inconsciente que ni la muerte detiene, porque se abandona literalmente dejándola atrás en el ciclo de la vida. Al caer en el sedentarismo la muerte irrumpe, es la contradicción que pretendemos resolver los humanos de cualquier tribu con nuestros ritos. Por eso disponemos de los cuerpos de maneras más o menos teatrales, en ceremonias que, al fin y al cabo, sólo sirven para ayudarnos a deshacernos de ellos. Deshacernos para siempre y anunciar al mundo que el individuo desapareció pero el grupo permanece, tras restablecer el orden con la mayor velocidad posible. Se reparten las herencias, se dispone el futuro de las tierras, de los objetos personales del muerto, que no sirven, en contra de las apariencias, para recordarnos que murió, sino que nosotros seguimos vivos.
Un inmigrante no es lo mismo que un nómada, pero se desplaza abandonando el lugar donde inició su ciclo de vida y de muerte, deserta de una sociedad para insertarse en otra con nuevas reglas, y deja crecer raíces y frutos que son sus hijos. Raíces que le alejan de la tierra donde nació, como si fueran las ramas invertidas de su árbol genealógico, las raíces dispersas al aire de la leyenda del baobab. En su caso, la muerte de los ascendentes que dejaron atrás no constata solamente la muerte del individuo, sino la de toda una sociedad que se agota, de la que se desintegran los eslabones que los mantenían unidos. Una sociedad, o lo que es lo mismo, un mundo, como el de los celtas cuando se vieron romanizados, o el de los mismos romanos cuando el Imperio se desmoronó en ruinas.
Cuando entendí esto comprendí sin juzgar las palabras del guía. La anciana basari era la mujer más vieja de su mundo, igual que mi abuela lo era del mío.
5 comentarios
oscar -
gracias por tu visita, tu comentario y tu luz.
Emy -
Sobre la muerte pienso que nos deberian enseñarnos a morir, para así apreciar más la vida.
Un abrazo de luz
oscar -
saludos
Antón Abad -
juancar347 -