Mohamed Chukri
Rostros, amores, maldiciones. Debate, 2003.
"No hay viaje" (fragmento):
En 1993 visité Nador más de medio siglo después de la hambruna que nos llevó a emigrar en masa.
Recuerdo nuestra casa casi en ruinas, las aves de rapiña dando vueltas en el cielo, mientras nosotros nos disponíamos a tomar el camino de la emigración, a pie hasta Tánger, árboles sin vida y los rostros sombríos de los niños y de los adultos desfigurados por la miseria de la sequía. Tenía entonces siete años.
En vano intentamos encontrar a alguien que recordara a algunos de los tíos de mi padre en el pueblo cercano a Suk Ahad Beni Chiker. Mi madre procedía del pueblo de Arhuaanen. Un anciano, guardián de la mezquita del pueblo, parecía acordarse vagamente de una familia que había emigrado en aquella época, pero dudaba tanto que pensé que quizá no era aquel el pueblo que estábamos buscando. Y para alegrarme, intenté convencerme de que en efecto no lo era. Me habían hablado tanto en mi niñez de aquella aldea. Y allí no había nada. De todos los que emigraron ninguno había vuelto para recuperar sus raíces, su vivienda e instalarse. Los que vuelven solo lo hacen por su relación con la tierra (pues se considera una deshonra venderla) y para estrechar los lazos familiares con los parientes que quedan aún vivos, visitar a sus muertos y luego volver a su lugar de emigración, con el corazón sosegado porque no lo han maldecido, ni los vivos ni los muertos. El anciano hablaba sin ningún atisbo de lamento. Uno de mis acompañantes me dijo:
-¡Sentirás sin duda nostalgia ... !
-En absoluto. Solo estoy sorprendido de haber nacido aquí.
Me gustó su respetuoso silencio a pesar de mis palabras.
Íbamos a enzarzamos en una discusión que malograría los momentos que me quedaban de este viaje espléndido de haber continuado analizando la nostalgia verdadera y la falsa. i Cómo se puede sentir nostalgia por un lugar si no hay un recuerdo íntimo de él! En ese instante lo real se fundió con lo imaginario y supe que jamás volvería en busca de mi lugar de nacimiento. Quizá no nací allí. Ni siquiera la ilusión de la nostalgia me tentó para buscar ese lugar nublado y perdido. Quizá fui niño allí y ya no significa nada para mí el «allí».
La aldea está casi despoblada. A lo lejos, unas higueras.
Las praderas cubiertas de bruma. Unos jóvenes fuman junto a un muro en ruinas. Casas pequeñas sin color. Nos miran con curiosidad, interrogantes. Una pandilla de niños se detuvo un instante y luego siguieron jugando, saltando a pídola, por encima de uno de ellos, encorvado. Solo una espectadora: una niña descalza. Sentí una congoja que me encogía el corazón y les manifesté mi deseo de regresar a Nador. Mis acompañantes parecieron entender mi turbación desde que empezamos a buscar las raíces perdidas de la familia de mi padre. La miseria anida en el pueblo casi abandonado. ¡Hoy casi parece ayer!
3 comentarios
el de tiermes -
ánimo en tu infierno, juraría que eres capaz de encontrar paraísos incluso en la M-40.
Diario de un burgense -
Saludos.
el de berlanga -