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Tiermes

El santero de San Saturio

El santero de San Saturio

Hay todavía un texto (y más que deben de haber que se me escapen) del ya citado Gaya Nuño, en el que el santero de San Saturio decide recorrer toda Soria con el objetivo de crear un sindicato o colegio profesional de santeros. Su primera visita le lleva al extremo más pobre y apartado de la provincia, a la ermita de Nuestra Señora de Tiermes, y cuando se refiere a Montejo lo “apellida” de Liceras:

"Aquí debo anotar, dolidamente, un considerable fracaso, al que me llevó mi espíritu de solidaridad para con los colegas. Pues entendí que todos los santeros y ermitaños de la provincia deberían es¬tar sindicados, o agremiados, o colegiados, reuni¬dos, en fin, de alguna suerte, para que nuestras glorias y nuestras desdichas fueran comunes, para que nadie pordiosease en nombre de ningún santo
sin llevar caja con estampa. Digan si la empresa no era justa. Pero el individualismo celtibérico me hizo fracasar, y fue de la siguiente manera:
Cuando se vinieron las primeras heladas, no qui¬se aguardar. Pensé en todos los pobres santeros de la tierra, acaso sin lumbre, sin leña y sin aceite. Acordéme de los más necesitados y me tracé itine¬rario. No sin esfuerzo, pude llegar hasta Montejo de Liceras y desde allí, andando, a la ermita de Nuestra Señora de Tiermes. Por estos andurriales, los santeros no gastan sayal, de modo que a mí tomáronme por fraile o por peregrino, y eran muchas las ancianas y mozas que se vinieron a be¬sarme la mano, y yo me sotorreía de tanta simpli¬cidad. Acudí al santero de Tiermes, que no vestía sino andrajos; me di a conocer como compañero suyo, y le hablé del proyectado sindicato. Era este compañero algo tardo y mostrenco, porque el ham¬bre se le iba comiendo vivo, igual que a su mujer e hijos, quienes no sé ni cómo se sustentaban, pues, a lo que pienso, aquella tierra no da sino ruinas.
-Bueno, y, ¿no recibes propinas?
-¿Qué cosa son propinas? -preguntó a su vez el desdichado.
- A modo de limosnas, pero limosnas que no hay que pedir, sino que dan los fieles por voluntad, en cuanto les enseñas el altar de la Virgen, o cuando cuelgas el bracito de cera en memoria del niño que sanó de paralís.
- Pues qué voy a recibir yo, ¡desgraciado de mí- No tengo sino una faneguilla de cebada para todo el año, y así como cuatro celemines de trigo. Hoga¬ño comimos dos meses con ciertas meriendas que nos dieron, por favor, unos señores que vinieron a ver el castillo -con lo que significaba el cuitado las ruinas de Termancia - y no iría mal el año si fueran para mí las perras que se recogen el día de la Virgen. Pero el año pasado, que vinieron gentes hasta de Campisábalos y Galve, de la parte de Atienza, se había reunido una milenta de perras gordas y pesetas. Bueno, pues el señor cura, al acabar la función, las cogió, las puso en un mo-nedero, lo lió, y hasta otro año. Nada nos queda a los desgraciados.
"Alma bienaventurada -dije para mi sayo-, y cómo te mereces estar en tu ermita, no de santero, sino en el mismísimo altar mayor!" Entonces le ex¬pliqué mis propósitos, y cómo de ellos no saldrían sino beneficios, y nadie nos vejaría, y de la caja común que habíamos de hacer todos los santeros, pobres y ricos, para caso de una enfermedad, o para comprar borricas a los más ancianos, que sólo pu-dieran malvalerse, y para pasar les pensión si se baldaban. Saqué un impreso de adhesión y lo firmó con letra muy bien rasgueada; Saturnino Valderrodilla, recuerdo que se llamaba."

2 comentarios

JFK -

Qué genial este Gaya. Te entran ganas de reir y de llorar a la vez.

Diario de un burgense -

Una muy buena entrada, en un dia muy indicado. Segundo de octubre, San Saturio.

Saludos desde Diario de un burgense