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Tiermes

Portbou

Portbou

Apenas un año después de que Antonio Machado cruzara la frontera de Francia huyendo de Franco, Walter Benjamin hacía lo propio en sentido contrario. Los dos murieron al poco de dejar sus respectivos países, aunque Benjamin, alemán y judío, hacía tiempo que había abandonado Alemania encontrando en Francia no sólo refugio, sino el lugar que le inspiró sus mejores ensayos sobre Baudelaire y la modernidad. Machado habría de dejar su Sevilla natal para conocer a Leonor y a Soria, y ambos escritores perecieron como peces fuera del agua, demasiado mayores para adaptar las branquias a unas aguas que ya estaban corrompidas. En su desgracia, de algún modo Machado tuvo suerte. Se extinguió en un exilio breve, como el sol de invierno del último verso que le encontraron en el bolsillo de su gabán. Francia todavía era libre y Colliure le dedicó una tumba que todavía hoy es venerada como lugar de peregrinación. A W. Benjamin le atrapó la desesperación incluso antes que sus captores. En 1940 España ya no era España, por mucho que su nombre les llenara la boca a los que la habían desangrado. Walter Benjamin y los suyos habían cruzado la cordillera de la costa por una antigua ruta de estraperlistas. Huían a Estados Unidos con un salvoconducto, pero la policía de frontera les capturó. Dormirían en Portbou, pero a la mañana siguiente serían entregados a la policía de la Francia ocupada. Benjamin se suicidó en su habitación, tal vez adivinando que sus captores le querían a él únicamente, y al día siguiente la policía permitió que sus compañeros abandonaran el país.

Después de tres años en un nicho, su cuerpo fue arrojado a una fosa común. Lo curioso es que Walter Benjamin quería recuperar la historia sin héroes, proyectándola hacia un futuro construido a través de la memoria colectiva. A él se le ha acabado reconociendo hace pocos años con un monumento integrado en la ladera del cementerio de Portbou. Se trata de un pasaje que se interna por la montaña como un pasadizo, como el agujero que les debió quedar a sus compañeros en el alma cuando marcharon dejando atrás el cadáver de su amigo. Por las circunstancias de su muerte el pasaje me recordó al refugio antiaéreo de Poble Sec, o al boquerón de Tiermes, pero en realidad Dani Karavan ha conseguido desprender del monumento cualquier connotación siniestra. El pasadizo tiene los dos extremos bien abiertos: la boca al cielo, y el extremo final al océano, y evoca, más bien, uno de los pasajes parisinos que tanto sedujeron a Benjamin, un espacio donde sentarse a mirar el mar, reloj cuya arena son las olas.

7 comentarios

el de tiermes -

es lo que tiene el arte moderno, a veces cuesta empatizar con él. supongo que sabiendo la historia de Benjamin el monumento cobra nueva forma ante nuestras ojos. en todo caso el marco es incomparable.
un saludo.

fiorella -

Hola, e estado en dos oportunidades delante del monumento y sinceramente, no lo comprendia. Gracias por la descripcion y por despertar mi curiosidad...

el de tiermes -

tu amigo es un filósofo, jajaja

el de Berlanga -

aquella frase terrible: desde el principio de la humanidad unos hombres han empujado a otros.
De manera que sabemos donde estamos pero quién sabe donde iremos a parar. Un amigo mío diría que al pueblo de la mujer.

el de tiermes -

jajajaj!
la foto que colgué está en el enlace de Dani Karavan. la cambié porque no había descargado las que yo hice.
gracias isoncia, me he ruborizado y todo!
;-)Scar

Gemma -

Ayyyyyyyyy, ¿por qué me has cambiao la foto?

isoncia -

¡Hermosa imagen! las reflexiones que te haces son tal cual las sentí yo cuando estuve contemplando ese ojo-pasadizo que conecta con el mar...
Pero nunca me hubiera expresado tan bien como tú.
Chapeau!!