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Tiermes

"Ot harrod!"

"Ot harrod!"

Pero no cantaban solo las dunas. Resultó que nuestro conductor, Puyek, que no hablaba ni gota de inglés, era un magnífico cantante (además de mecánico, ligón, púgil de lucha mongol y un largo etcétera). La segunda o tercera noche que acampamos bajo las estrellas compró una botella de vodka que abrió después de cenar. Fue la noche en que aprendimos que las estrellas fugaces, en Mongolia, son un mal augurio: “ot harrod…moo!” decía mientras levantaba el dedo meñique como signo negativo. Cuando le hicimos entender que para nosotros era todo lo contrario “ot harrod… sein!” se dedicó a buscar con nosotros las estrellas que huían del firmamento. Fue esa noche cuando descubrimos que sabía cantar. Mientras conducía tarareaba canciones que el ruido del motor ahogaba nada más salir de su boca, pero en el silencio de la noche su voz resonaba con unos tintes épicos capaces de hacerte temblar. “Spanien do” (canción), nos pedía al acabar, y por mi parte le cantaba la tarara de San Cipriano, el vino que tiene Asunción o Camino a Soria de Gabinete Caligari.
Aprendimos cuatro palabras de un vocabulario mongol-español que encontré en Internet, pero después de pronunciar una frase de cortesía todo eran caras de extrañeza. Puyek, que había cogido nuestro acento de tanto escuchar equivocarnos, hacía las veces de intérprete y repetía lo que nosotros decíamos pero de modo que lo entendieran los mongoles. Después repetía lo que nos respondían y nosotros debíamos interpretar, más por sus gestos que por las palabras, lo que querían decirnos.
Después de aquella noche descubrimos que para relacionarnos con las personas del país el mejor puente era la música y el vodka, que ambos abrían los corazones y las puertas de los gers. Después, cada uno hablaba en su lengua, hacíamos dibujos o hacíamos mímica para entendernos, y lo mejor de todo es que lo lográbamos. Un elemento mágico fue el de las fotos. Una amiga me había dicho que llevara fotos de mi ciudad, de mis amigos, de mi casa, y que se las enseñara cuando estuviera con ellos en la intimidad de la tienda. En todos los gers hay dos altares, uno religioso con estampas de buda, incienso y tankas, y otro con las fotos de la familia que muestran orgullosos. Cuando sacábamos nuestras fotos se quedaban embobados mirando cada detalle, pero sin duda la que más les fascinó fue la del mar: una foto en la que salgo en la orilla intentando manejar (sin éxito, pero eso no se aprecia en la foto) una caña de pescar.

Al final del viaje Puyek me dijo que iba a venir a España para ver el mar y pescar conmigo. El viaje lo iba a hacer en una estrella fugaz.


2 comentarios

Gemma -

Hottia, niño, el viajazo que te estás pegando... Y lo de las estrellas que se van que explica Joanna, jo, pa que luego venga la Catelli y diga que la lírica popular está hecha de los restos de la poesía culta que ha llegado hasta "otros estratos". Si es que...

Joanna -

En Tiermes este año, un chico rumano llamado Pulia Joan Julius pero que todos llamaban John, al no saber como decir estrella fugaz, se refería a ellas, como "estrellas que se van", los idiomas no son importantes, si te interesa entender, lo logras.