Objetos Volantes
Hacía tiempo, sin embargo, que no se avistaban más Objetos Volantes que los aviones regulares que cruzaban el cielo hacia Barajas. Martincorvo había tenido su momento de gloria, las alas coloristas del artificio había asombrado a las aves del lugar y a los vecinos del pueblo, pero el suceso no pasó de anécdota y la pradera perdió interés incluso para los chavales que encontramos en otros prados mejor lugar para nuestros partidos. Condenado al ostracismo, Martincorvo cayó presa de los cardos y del olvido entre los chopos del camino.
Tal vez fue por eso que el ultraligero no encontró la pista de aterrizaje y se fue hacia los sembrados. Luego hubo testimonios que aseguraban haberlo visto planeando sobre la iglesia minutos antes de sentir el estrepitoso impacto, pero todos se contradecían al indicar de dónde venía. Y sin embargo alguno lo tuvo que ver, porque alguien dio la alarma y el pueblo en masa bajó a ver lo que había sucedido. Era verano, así que la población se había triplicado, lo menos éramos ochenta personas andando por las tierras de labor, incrédulos ante la visión de un aeroplano detenido sobre los campos segados.
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