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al huerto

al huerto

Ahora que se acerca Semana Santa viene a mí el fervor religioso y con él alguna que otra historia de curas.
Había en Pedro un párroco llamado Don Jesús que era conocido por su buena maña en la huerta, por lo que la gente le llamaba el Lechuguino. Al llegar estas fechas el espíritu corporativo de los de su oficio les llevaba a reunirse cada día en un pueblo distinto para realizar la Confesión General, y así ofrecer una atención personalizada y serena al pecador, nada que ver con las prisas de los médicos de la seguridad social de nuestros días.
En uno de estos cónclaves se corrió el rumor de que el Lechuguino vivía bajo el mismo techo que dos mujeres, por lo que alguien de cierto rango le pidió explicaciones, y el Lechuguino no tuvo problemas en dárselas: las dos mujeres eran sus hermanas.
Las beatas respiraron tranquilas y el Lechuguino pudo segur viviendo con las dos jóvenes a las que no le unía ningún parentesco, pero que también eran hijas de Dios.

2 comentarios

Gemma -

Mi abuela, la de Cádiz, contaba que en Alcalá de los Gazules vivían un cura y su prima, en casas contiguas que se comunicaban a través de un agujero practicado en una pared y tapado con un cuadro. La dicha pared fue testigo de numerosos pasos de frontera hasta que la prima en cuestión se quedó embarazada. Por lo visto no volvió a salir nunca a la calle. O eso dice mi abuela; a lo mejor es leyenda urbana, digo, rural.

berlanga -

Leyendo tu artículo me ha venido a la cabeza la historia de un cura de la montaña leonesa que además de haber puesto el nombre de pila a medio pueblo tenía una docena de hijos con diversas mujeres de la comarca. Llegué a conocerlo, ya muy viejo. Todo el mundo lo quería y lo respetaba. Tenía el rostro de la bondad y sabía un güevo de cualquier tema que saliera en la conversación. Conocía la montaña, los animales, las plantas. Tengo la sensación de que a Cristo le habría gustado este cura.