Angelitos negros
Más adelante, nos dijo Aurelio, quieren restaurar las pinturas del techo, más antiguas que el rocódromo, pero de no más que un siglo de vida, y sin embargo poseedoras de un raro encanto. La historia no está del todo clara, pero parece que de Ibort salió un vecino que quiso hacer las Américas, y aunque a su regreso no lograra levantar la economía del pueblo, se empeñó en restaurar la iglesia y pagó a un pintor para que iluminara las bóvedas del techo. Nada sabemos del petate con el que salió de Ibort, ni de los baúles que trajo de vuelta, pero las pinturas desvelan que la música del otro lado del Atlántico le llegó a un lugar profundo del corazón, porque uno de los frescos representa a dos angelitos tocando los clarines sobre una nube, los angelitos negros de Machín.
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