Barquillos
Atravesamos Sol para llegarnos hasta Callao y de ahí a San Bernardo. Enfilábamos por la calle menos transitada para evitar la multitud de Preciados, cuando una melodía balcánica sedujo el oído de José, amante incondicional de Kustorica. Volvimos sobre nuestros pasos y nos internamos entre el gentío para disfrutar de una orquesta callejera: violonchelo, acordeón y ocho o nueve instrumentos de viento insuflados de vida por unas bocas risueñas y desdentadas. Cuando acabaron y ya nos íbamos descubrimos otro vividor de la calle, un truhán la mar de divertido que ataviado de cheli madrileño, vendía barquillos.
En la romería de Tiermes los paisanos de toda la comarca se acercaban a la ermita con manteles y cestas para hacer una comida campestre. Emiliano, el del estanco, tenía alquilado un puesto en los soportales y allá vendía a los romeros lo que se hubieran olvidado, pero también venían vendedores ambulantes, que por la novedad eran los que llevaban la voz cantante.
- ¡Barquillos de canela y miel, que son buenos para la piel! ¡Barquillos con una pizca de vainilla, que hacen cosquillas!
El barquillero llevaba su mercancía en una especie de bombona metálica para proteger de los golpes a sus frágiles barquillos. Podías comprarlos, me cuenta mi padre, pero también podías tentar la suerte. Sobre la bombona había un volante, una rueda de la fortuna donde estaban marcados los números, del 0 al 9. Pagabas dos reales, le dabas a la rueda y la suerte estaba echada. ¿Un barquillo, siete, ninguno..?
El típico barquillero madrileño resultó ser de cualquier lugar menos de Madrid, tal vez paisano de los de la orquesta, pero había imitado a la perfección el acento madrileño y su desparpajo. Nos echamos unas risas mientras nos explicaba el funcionamiento de la ruleta entre chascarillos imposibles de reproducir por su frescura, y le acabamos comprando unos cuantos, claro, para llevarle a mis padres y para nuestra merienda.
4 comentarios
el de tiermes -
al margen de las palabras, las imágenes de esta sequía son impactantes. las casas renaciendo entre las algas como muertos vivientes, los campanarios desacrilizados... he leído que en Tiermas hay un antiguo balneario de aguas sulfurosas. cuando se reduce el nivel del embalse la gente acude hasta sus ruinas para tomar baños termales.
Gemma -
jose -
el de Berlanga -