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Tiermes

Con los ojos abiertos

La tierra del cielo azul

La tierra del cielo azul

Parece que a las nubes les cueste adentrarse desde tan lejos, allá donde las olas del mar las paren.
En común tienen un horizonte que se repite hasta el infinito, espejismo del mar que nunca llega. También les une un pasado épico y conquistador, y un presente batido por el viento.
Por el contrario, lejos del sedentarismo castellano, los mongoles se han mantenido nómadas, como si la tierra fuera en verdad tan sagrada que no escarbaran en ella ni para cultivar, ni para enterrar a sus muertos, a quienes prefieren exponer a la intemperie para que las aves carroñeras eleven sus almas hasta el cielo.
Les rige sólo el movimiento, como el de los molinillos que vierten sus oraciones al aire, o el de los ovoos chamánicos que rodean en contra de las manecillas del tiempo, o desplazándose ellos mismos bajo el signo de las estaciones.
En consecuencia, un paisaje antiguo que se mantiene virgen. Así mi diario al cruzar la frontera, así le pido a mis ojos, que se queden en blanco y absorban, más que observar, y me empapen por dentro.

11 de marzo

11 de marzo

Leía la entrevista mientras esperaba mi turno en la cola del comedor. El calendario voló hacia atrás y las lágrimas que no fui capaz de sacar entonces afloraron mientras el camarero cargaba mi café. Me escondí tras los deportes. Ya en la mesa pude comer el bocadillo, pero aquella noche de marzo y las siguientes me fue imposible cenar. Pegado a la televisión y a sus mentiras notaba mis seis o siete metros de intestino dando vueltas y haciéndose nudos como para estrangularme.
Leyendo a esta mujer se deshacen los nudos en lágrimas vivas.
Sólo es una persona, pero celebraría que su carácter se contagiase como una epidemia invacunable.

Perfil del aire

Perfil del aire

Entre Soria y Córdoba todavía no hay línea de Alta Velocidad, pero hay conexiones mucho más eficaces que las de los trenes que nunca llegan, la amistad, por ejemplo.

José García Obrero es un poeta (aunque se ruborice) de Santa Coloma de Gramanet (aunque cordobés). José es un caso opuesto al mío en cuanto a su relación con la tierra: mientras que yo, desde Barcelona, idealizo a Soria y concretamente a la comarca de Tiermes, José decidió después de vivir en  Roma y Barcelona, volver a la tierra cordobesa. Nada es bucólico cuando se convierte en real, y a José le ha costado más de un año y un disgusto hacerse un hueco en la ciudad.

Cuando él volvía por Barna o yo bajaba a verle su nostalgia era siempre la misma: venir de dos ciudades con semejante vida cultural le pone las cosas difíciles a cualquier otra, pero Córdoba, además, parecía darle la razón a los versos de Lorca: “Córdoba, lejana y sola”: lejos de su esplendor remoto, sola y aburrida de sí misma.

No hay cosa peor que la nostalgia, y no hay mejor vacuna que construir, en tiempo presente, un futuro: que no hay vida cultural, me la invento. Y lo cierto es que sí la había, y a medida que su propio proyecto iba fraguando sobre las mesas de los bares, iba descubriendo lo que se ocultaba debajo de las ruinas.

Hace unos meses nació PDA, que no es un agenda electrónica, aunque lo parezca, sino las siglas de Perfil del Aire, poemario de Cernuda del que se ha servido el colectivo (porque el proyecto no es sólo de José) para dar nombre a su revista.

Con iniciativas como ésta se consiguen cosas, la capitalidad europea de la cultura en 2016, por ejemplo.