Blogia
Tiermes

Semana Santa (y II)

Semana Santa (y II)

Sin embargo, la fiesta que más me gustaba era la de la Resurrección. Por un lado estaba la simbología del acto, pero es que, además, la procesión era mucho más lucida. Después de las consabidas monsergas los feligreses salíamos de la iglesia en dos grupos. La imagen del ataúd se quedaba expuesta en la capilla y los hombres salíamos por la derecha con una imagen del niño que representaba el espíritu resucitado. Las mujeres se iban con sus cantos llenos de dolor y de tristeza con la Virgen María enlutada y cabizbaja. El encuentro se daba a la vuelta de la iglesia donde la Virgen veía a Cristo resucitado. Entonces empezaba la subasta. Epi, antiguo alcalde, ex guardia forestal, boticario y personaje público del pueblo, proclamaba la buena nueva y preguntaba quién ofrecía y cuánto daba por quitar el manto de dolor a la Virgen. Montejo es un patio de vecinos donde todo el mundo sabe todo de todos. Los había que aprovechaban la ocasión para pujar y mostrar su poderío, los había que pujaban para forzar a quien de verdad tuviera algún motivo, y después estaban los que tenían motivos que solían ser relacionados con la salud. Cuando alguien tenía un pariente enfermo gritaba por encima de los vecinos lo que estaba dispuesto a pagar para que la Virgen intercediera por el enfermo de su familia. Cuando Epi decía aquello de “alguien da más” y nadie daba más, a la una, a las dos y las tres, salía la persona en cuestión y le quitaba los alfileres al capote de luto y descubría el traje blanco bordado que llevaba debajo la Virgen. Entonces los cánticos de desesperos volvían a entonarse, pero la música y la letra eran otros, el gozo y la alegría sus proclamas. Se volvían a levantar los pasos y entrábamos todos juntos de nuevo a la iglesia.
Mi padre nunca hizo fotos de su pueblo. Las instantáneas que recuerdo son siempre las de Barceloneta, quizás por eso mis recuerdos de Soria sean en color, sin que la contaminación de grises de laboratorio haya perjudicado al rojo de mi traje de monaguillo, o al brillo de los blasones y al colorido de la procesión.

1 comentario

Gemma -

¡Merci beaucoup por el brindis!