La tanguilla
La calva es algo más que lo que los sorianos se cubren con la boina, así como la tanga (o tanguilla) no es sólo una prenda sexy si la ves e incómoda si la llevas puesta. La calva y la tanguilla son dos de los juegos más populares en las tierras de la meseta, así como el frontón (con o sin raqueta), los bolos o cualquier variedad de juegos de cartas (guiñote, mus, tute, brisca, subastao, remigio y un largo etcétera) de los que todos los vecinos tienen alguna copa correspondiente a las fiestas del pueblo de algún año. Pero estos dos son curiosos, creo, por no ser tan habituales fuera de Castilla.
Para jugar a la tanguilla se ponían los mayores en la recta que va desde el bar hasta el cruce. Los coches que llegaban entonces tenían que dar la vuelta y entrar por el otro lado del pueblo (Montejo es un pueblo muy pequeño, sólo tiene dos accesos) o esperarse a que acabara la partida.
Al administrar los recuerdos el tiempo parece embalsamado y seleccionamos aquellos instantes preferidos dándoles una preeminencia de la que tal vez carecieran en su momento. Lo cierto, sin embargo, es que trampa o no de la memoria, aquellos mediodías de domingo recién salidos de misa se respiraba vida. Ganas daban de olvidar el aburrido sermón del cura, que lo único que abría era la sed de aperitivo y chascarrillos, ganas daban de detener el tiempo en ese momento perfecto. Los hombres formaban sus grupos y organizaban los turnos con una moneda al aire, la moneda acababa junto a otras sobre la vertical del pequeño tuvo que había que derribar con los tejos. El sonido del disco del metal arañando el suelo lo utiliza Mercedes Álvarez para hacer una regresión a una escena del pasado. Yo me quedo allá, en la carretera del cruce, escuchando la algarabía que se animaba o desesperaba con cada una de las tiradas.
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Gemma -