Misere mei
La partitura del Miserere de Bécquer llega al narrador de la leyenda a través de un viejo legajo que encuentra en la biblioteca de un convento, aunque la historia le llega por boca de uno de los frailes, que a su vez la escuchó de un músico que creía haber escuchado todos los misereres del mundo hasta que encontró a unos pastores que le hablaron del Miserere de la montaña. Picado por la curiosidad decide acudir a las ruinas del convento pese a las advertencias de los pastores. El Miserere de la montaña es un canto sepulcral, el que entonaban los hermanos en el momento en que unos bandoleros sin escrúpulos entraron a degüello en el convento para saquearlo, incendiarlo y matarlos a todos. Sus almas, truncadas en el momento en que se dirigían a Dios, continúan su canto de dolor para maravilla y escalofrío de los vivos que se pierdan por esos montes en la noche equivocada.
Las buenas leyendas borran sus huellas, su vida depende de ello, y frecuentemente intentar seguirlas es tarea estéril. Los misterios, divinos o no, son autos de fe. En cambio las palabras también tienen sus huellas, más o menos borradas, más o menos fáciles de remontar, que a veces esconden una historia...
2 comentarios
oscar -
un abrazo, juancar
juancar347 -